¡La Tragedia de la Sopa Voladora!
Ser mesero es un arte… hasta que la física decide hacerte la vida imposible.
En una noche de viernes, el restaurante estaba a reventar. Yo, con mi mejor actitud, llevaba una charola llena de platillos: una hamburguesa con papas, un filete jugoso y, la estrella del desastre, una humeante sopa de tortilla. Todo iba bien hasta que, en mi camino, un niño decidió jugar a ser el Hombre Invisible y se metió bajo mis pies.
No lo vi. No lo sentí. Solo supe que mi equilibrio se fue al carajo cuando mi pie encontró su mini cuerpecito y, en cámara lenta, vi la charola elevarse.
La sopa voló. Sí, voló. En un ángulo perfecto de catapulta, con una precisión matemática, la taza giró en el aire y aterrizó en la cabeza de un hombre que, casualmente, era calvo.
El silencio fue brutal. Se escuchó el plop del caldo escurriendo por su brillante cuero cabelludo. Nadie respiraba. Yo tampoco.
El tipo se quedó inmóvil, con la cara roja, mientras la sopa goteaba por su cuello. Mi alma abandonó mi cuerpo.
Pero de repente, estalló en carcajadas. ¡ME BAUTIZASTE CABRÓN! “¡Ahora sí me siento un buen caldo de cabeza!” dijo, secándose con la servilleta.
La mesa entera explotó en risas. Yo, con lágrimas de alivio, solo pude pedir mil disculpas. No me corrieron, pero desde ese día, cada vez que me ven llegar con una sopa, alguien grita: “¡Cúbranse la cabezaaaa!”
😂😢
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