📌 Cuando el alcalde quedó atrapado en el baño de Palacio Municipal.
La sesión de Cabildo estaba a punto de iniciar. Los regidores cuchicheaban, los asesores revisaban papeles como si entendieran algo, y los reporteros ya tenían las cámaras listas para captar cualquier bostezo de funcionario dormido. Pero el alcalde… brillaba por su ausencia.
Pasaban los minutos y la tensión aumentaba. ¿Se quedó dormido? ¿Se atoró en el tráfico? ¿Lo abdujeron los extraterrestres de la corrupción? Nada de eso. De repente, un asistente entró corriendo como si le hubieran dicho que había barbacoa gratis en la cafetería. Se acercó al secretario del Ayuntamiento y le susurró algo con cara de “Dios nos agarre confesados”.
En menos de un minuto, un grupo de funcionarios con cara de “no nos pagan lo suficiente para esto” se amontonó afuera del baño del Palacio Municipal.
—¡Ábranme, por lo que más quieran! ¡No quiero ser recordado por esto! —gritaba el alcalde con desesperación digna de telenovela.
Resulta que, en un fatídico giro del destino, mientras acomodaba su corbata con aire de estadista, dejó caer su teléfono al inodoro. En el pánico del momento, hizo lo peor que pudo haber hecho: jaló la cadena. Ahí se fue su contacto con el mundo, su agenda política y, probablemente, el único mensaje que le mandó su mamá en el mes.
Para empeorar la situación, el picaporte del baño decidió que era un buen día para fallar. Bloqueado, encerrado y sin teléfono, el alcalde se enfrentaba a su peor crisis política… y no tenía asesores que lo sacaran de esta oficina (Versión Sanitaria)
Después de varios intentos de abrir la puerta con métodos diplomáticos (léase: empujones torpes), el personal de mantenimiento trajo una palanca digna de una película de acción. Tras unos cuantos golpes, la puerta cedió.
Lo que salió de ahí no era un alcalde… era un hombre sudoroso, despeinado y con la dignidad arrastrándose por el suelo. Se acomodó el saco como si nada hubiera pasado y, con voz solemne, preguntó:
—¿Cuánto tiempo llevo fuera?
—Señor, tranquilo, solo 25 minutos. No es como si hubiera pasado un sexenio —respondió un regidor con una sonrisa traviesa.
Todos aguantaban la risa, hasta que alguien, sin piedad, soltó la bomba:
—Señor alcalde, ¿quiere que pongamos en acta que la sesión inició con retraso por un problema de drenaje?
El silencio duró dos segundos. Luego, la sala estalló en carcajadas. El alcalde, resignado, solo suspiró y murmuró:
—La próxima vez, mejor me aguanto.
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