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Don Chuy, el soldador que enseñó de más...


 

🔥 Don Chuy, el soldador que enseñó de más... 🔥

Don Chuy era el tipo de soldador que podía arreglar desde una reja hasta un tanque de guerra con los ojos cerrados (según él, claro). Su bigote chamuscado y su overol lleno de agujeros eran testigos de sus años de experiencia. Pero, como todo buen veterano, tenía su talón de Aquiles: la combinación de calor, distracción y una buena dosis de mala suerte.

Un día lo contrataron para reforzar la reja de Doña Meche, una señora con el ojo más crítico que un jurado de MasterChef. "Haga bien su trabajo, Don Chuy, porque si no, aquí se queda hasta que aprenda", le advirtió.

Con el sol cascabeleándole en la espalda, se puso manos a la obra. Encendió la soldadora, bajó la careta y empezó a unir los barrotes. Todo iba bien hasta que un mosquito, con instinto suicida y vocación de kamikaze, decidió aterrizarle justo en la nariz.

Instintivamente, Don Chuy se sacudió la cara sin soltar la soldadora… y en ese instante ¡PUM! se soldó su propio pantalón a la reja.

—¡Ah chingá, qué pasó aquí! —exclamó, sintiendo un calambreo sospechoso en la entrepierna.

Intentó moverse, pero nada. Dio un jalón más fuerte pero solo escuchó el temido "crack" de la tela quemándose y una ráfaga de aire fresco en sus partes nobles. Silencio. Un airecito fresco le recorrió las carnes. Se asomó lentamente y vio la tragedia: su pantalón tenía un boquete del tamaño del orgullo que acababa de perder.

Para empeorar la situación, justo en ese momento, Doña Meche salió con una jarra de limonada y se quedó viendo el espectáculo.

—Don Chuu-u-u-uuuuy… ¿me está haciendo un striptease en vez de soldar? —preguntó con una ceja levantada.

Para rematar, los chamacos del barrio ya se habían reunido y coreaban:

—¡Don Chuy, soldó sus nalgas, uy uy uy!

La risa colectiva lo envolvió mientras él, atrapado y humillado, trataba de taparse con lo que quedaba de su dignidad… y de su pantalón.

Después de 10 minutos de negociaciones con la reja y la tijera de Doña Meche, logró liberarse. Desde ese día, su apodo cambió de "El Maestro de la Soldadura" a "El Chisporroteado". Y cada vez que alguien lo ve, no falta el chistoso que le grita:

—¡Don Chuy, hoy sí trajo refuerzos… en los pantalones!

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